Septiembre es un mes maravilloso. Además de ser un mes elegido para casarse por centenares de parejas, y de que todavía hace buen tiempo y aún podemos disfrutar de los cócteles al aire libre, o de las fiestas bajo las estrellas, también es el mes de la vendimia. Ese bendito momento en el que la uva deja de ser uva y se transforma en esa maravillosa bebida con la que acompañamos brindis, tapas y comidas o cenas de bodas.
En este mes, el vino se hace fiesta justo cuando la uva alcanza el punto de madurez necesario para ser recolectada de las vides, tras crecer lentamente durante los últimos meses. Con vendimia, comienza una serie de procesos vitales que proseguirán en la bodega determinando el sabor del vino.
El momento de la recogida de la uva dependeráde muchos factores, como la localización de las vides, el clima, el tipo de uva o incluso la calidad del suelo. Y dependiendo de estos factores, cada denominación de origen o cada comarca obtendrá vinos con características especiales. De hecho, acertar con el momento de la recogida de los rácimos es fundamental para obtener unos buenos caldos una vez que se ha producido el emvero, el paso de la uva de color verde al color morado, y que nos advierte que la uva se encuentra en su fase final de maduración.
Una vez que la uva está lista para ser recogida, la recolección debe ser rápida y no prolongarse en el tiempo para que la uva no pierda sus propiedades para empezar la fermentación y crianza. Dependiendo del momento elegido para recolectar, se obtendrá un vino con sabores más intensos, o quizás más afrutado o más aromático. Vinos deliciosos que son una auténtica fiesta para los sentidos, y que acompañarán nuestras celebraciones poniendo su nota de color, y de sabor.